Antes y después del partido del lunes pasado, donde Suecia e Irlanda empataron a un tanto, los aficionados de ambos países convivieron a las afueras del estadio, intercambiando cánticos y bailes.
La violencia no se presentó en estadio de Saint-Denis y los aficionados irlandeses y suecos demostraron que la Eurocopa es una fiesta, no un campo de batalla.
