Tres puntos y poco que celebrar en la Selección

La presentación de Gerardo Martino en el Estadio Azteca parecía deslucida pero los jóvenes terminaron por darle brillo al darle su segunda victoria consecutiva en la Liga de las Naciones a México que doblegó a Panamá en un Azteca que se comportó a la altura.

El Tri empezó el juego con mucho ánimo, el reencuentro con su casa el Azteca parecía motivarlos a encontrar su segundo triunfo en este torneo, pero esta motivación poco a poco se fue esfumando y a pesar de estar su territorio parecía no encontrarse dentro del campo, hasta que entró Macías y devolvió la tranquilidad.

México fue tocando la puerta de Luis Mejía durante los primeros minutos, hasta que una genialidad de Roberto Alvarado terminó en el primer gol de la Selección en este partido y el que calmaba las aguas de un Azteca que sí cumplió y se comportó dejando de lado el grito homofóbico.

La noche azteca parecía tener mucho color, el Tri ganando, la afición comportándose y los jugadores mexicanos sintiéndose como en casa, pero no todo lo que brilla es oro y los fantasmas que se aparecen con la Selección y un autogol de Carlos Salcedo, puso a temblar a un Azteca que a pesar de eso no cayó en las indisciplinas.

La fórmula del buen futbol y demás se esfumó del coloso de Santa Úrsula,la lesión de Chucky hizo que más de uno se pusiera pensar en sí valía la pena arriesgar ante unos panameños que iban con fuerza desmedida en cada pelota dividida.

Algunos abucheos se empezaron a escuchar y fue entonces que apareció la joven figura de Macías, un delantero que tiene alma, sangre, que no le tiembla la pierna para pegarle al balón y en la primera de peligro que tuvo lo mandó a las redes.

El Tri puede estar tranquilo porque ahora detrás de Raúl Jiménez hay un nuevo talento que se está puliendo con rapidez y que con el paso del tiempo se convertirá en uno de los consentidos del Gerardo Martino en las convocatorias del proceso rumbo a Qatar 2022.

Sobre el final Rodolfo Pizarro le puso la cereza al pastel con un gol cuando el juego vivía sus últimos minutos y así hacer de este partido una auténtica fiesta.

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