
Diego Ramírez observaba los últimos minutos del partido ante Ecuador con el rostro desencajado. El técnico de México Sub-20 en el Mundial de Polonia sabía que la suerte estaba echada, y que lo había estado casi desde el silbatazo inicial.
Su equipo había sido superado por sus tres rivales y se convertía en el último fracaso de una lista que se ha ampliado recientemente de manera preocupante. Tras los éxitos en la década pasada y principios de ésta, los resultados de las selecciones menores mexicanas se han derrumbado.
El Sub-20 ha sido eliminado dos veces en primera ronda en las últimas 4 ediciones. El Sub-17, usualmente una potencia, se despidió del Mundial India 2017 sin haber ganado un solo partido. La Sub-23, campeona defensora, se fue en primera ronda de Río 2016, pese a tener un equipo con Hirving Lozano, Erick Gutiérrez, Oribe Peralta, Rodolfo Pizarro y Carlos Salcedo.
La pregunta es ¿por qué? Y la respuesta podría estar en los banquillos. Ninguno de los entrenadores de dichos representativos tuvo éxito alguno en el ramo profesional ni experiencia como formadores.
Mario Arteaga, Sergio Almaguer, Marco Antonio Ruiz, Juan Carlos Chávez, Raúl Gutiérrez y el propio Ramírez han tenido sus trabajos más importantes en los representativos nacionales… y han fracasado con ellos.
Eso es algo que tienen en común. La otra cosa, por lo menos en los primeros cuatro casos, es su amistad con Juan Carlos Ortega, el recientemente renunciado “coordinador técnico-táctico de selecciones nacionales” quien, pese a las constantes derrotas, les siguió dando empleo en otras posiciones dentro del organigrama.
“A Ortega le venían bien, porque eran parte de su gente y no se iban a quejar. Para él, lo importante, era su sistema”, contó a Mediotiempo un exseleccionado nacional mexicano.
Un sistema que Ortega aprendió en la década pasada, en un viaje a Holanda, y que aplicó de manera dictatorial en selecciones menores.
“Nadie puede poner un ejercicio que no sea de su libreta. Nadie puede cuestionarle nada. Ningún entrenador puede siquiera cambiar un entrenamiento al gimnasio con lluvia. Sus visores todo tienen que consultarlo con él y aprendieron a darle gusto para no arriesgar su trabajo”, confió a Mediotiempo un trabajador de la Federación.
Juan Carlos Ortega, mano derecha de Dennis Te Kloese era el verdadero poder dentro del esquema de selecciones. “Es muy trabajador”, confirma el empleado, “pero como al principio le fue bien, lo dejaban hacer lo que quisiera, incluido rotar a sus cuates tanto en las bancas como las oficinas. El “Chima” Ruiz es su compadre, incluso. De hecho, lo querían poner en la Sub-23, pero con el cambio de balance de poder en Selecciones, al final llegó Jimmy Lozano”.
Curiosamente, Diego Ramírez no pertenecía a ese grupo. Él llegó a través de Santiago Baños, excompañero de trabajo suyo en Atlante y en América. Pero durante su proceso debió resignarse a la injerencia del grupo en el poder.
“Le metieron al preparador físico y lo obligaron a usar su mapa de jugadores. Al final ya se quejaba de todo, pero no intentó cambiar nada”, afirma nuestra fuente.
Y mientras tanto, los resultados no dejaban de empeorar. “Al principio nos iba bien, porque en los otros países no se le daba tanta prioridad a los representativos menores. Hoy la realidad nos volvió a nuestro nivel. Igual el problema real está en los formadores locales. Mientras eso no mejore, no podremos competir”, analiza el ex jugador.
Al final, con la salida de Dennis Te Kloese y la llegada de Gerardo Torrado, los días de Ortega estaban contados. “Estaba claro que se quería ir. Decía que ya en la FMF no iba a crecer más”, cuenta el empleado de la Federación.
Y así fue cómo dejó selecciones nacionales para reunirse con el holandés en el Galaxy. Habrá que ver qué pasa con su equipo de confianza que, por el momento, sigue siendo la base del personal en selecciones nacionales.