
Hay golpes que no vienen con guantes. Los primeros que recibió Emiliano Aguillón no fueron arriba de un ring, sino en los pasillos de una escuela.
Insultos, burlas, humillaciones. Bullying, esa palabra tan de moda y tan mal atendida en México, fue el motor silencioso que encendió la furia —y también la disciplina— de este joven boxeador mexicano.
“Yo llegué al boxeo por el bullying”, ha contado sin tapujos. “En la escuela me hacían menos, se burlaban de mí, me trataban mal y un día dije: 'esto se acabó'”.
El box fue su refugio
¡Y se acabó! A los 12 años, Emiliano cambió los pupitres por los costales. En vez de buscar venganza, encontró un camino. El boxeo fue su refugio, su válvula de escape, su nuevo idioma.

Cuando se le pregunta qué le diría a su próximo rival si lo tuviera enfrente, la respuesta es contundente:
“Que gane el mejor, y ése quiero ser yo… pero no creo que me entienda. Los puños no necesitan idioma”.
Puños universales, un lenguaje sin palabras
Emiliano Aguillón no viene de una dinastía, ni de un apellido que abra puertas. Su motor ha sido otro: la película de 'Rocky Balboa', esa donde el boxeador se sube al ring no para ganar, sino para demostrarse puede resistir.

“Vi ‘Rocky Balboa’ y algo hizo clic. Dije 'quiero hacer eso'. Sentí esa fuerza”.
No es casualidad que Emiliano tenga ese aire entre disciplinado y nostálgico, como si el dolor no lo amedrentara sino que lo mantuviera vivo.
“Me gusta entrenar solo, estar concentrado. No me gusta ver mucho a los rivales. Me enfoco en mí, en lo que yo puedo controlar”.
En el fondo, Emiliano no pelea para agradar a nadie. Pelea para no volver a ser ese niño humillado. Y eso se nota es reservado, no vende frases de cartón ni se deja envolver por el show. Tiene la cortesía de un hijo de casa —saluda a su mamá, a su papá, a sus hermanos y a su promotora Zanfer Boxing—, pero también la mirada de quien ya aprendió a desconfiar del mundo.
“No soy mujeriego ni gastador. Soy fiel, hombre de casa”.
Lo dice con una sonrisa, medio en serio, medio en broma. Pero también como quien se sabe observado. Porque en este país, el boxeo es una gloria que aplasta a quienes no aprenden a decir que no.
Emiliano es el mayor de tres hermanos. El primero en levantarse, el primero en aprender que hay golpes que no se esquivan, pero sí se transforman.
Y aunque no lo diga en voz alta, se le nota: quiere escribir su propia versión de Rocky, pero sin la película. Con sangre de verdad, en rings que no perdonan, en un país donde resistir ya es pelear.

Su próxima pelea