En la semana previa al cuarto enfrentamiento que sostuvo ante Juan Manuel Márquez, Manny Pacquiao tuvo un extraño sueño que guarda con recelo al día de hoy, el cual cree fue el presagio de lo que sucedería sobre el cuadrilátero del MGM de Las Vegas el 8 de diciembre de 2012.
El filipino, quien busca la presidencia de su país y analiza su retiro del boxeo tras caer ante Tordenis Ugás el pasado 21 de agosto, hizo un repaso en su carrera y ahí fue ineludible hablar de su saga ante el mexicano, la cual bien puede considerarse entre las mejores de la historia del boxeo, aunque lo hizo con una anécdota que pocos conocían.
“A veces, sientes que algo se percibe extraño o diferente”, relató la leyenda del boxeo a Toni Gonzaga para de ahí señalar que el domingo anterior al encuentro tuvo un sueño "fuera de lo ordinario".
Rememoró que todo comenzó con una imagen suya en lo más alto de un edificio desde donde veía "las carreteras, la tierra, y veía como las olas del mar chocaban en la playa”.
De repente, añadió, en su horizonte apareció un caballo rojo a todo trote con un jinete sobre él, y del otro lado "un hoyo profundo que parecía un río seco", el cual de inmediato le hizo pensar lo peor: "Veía que el caballo galopaba tan rápido, que pensé que no lograría saltar. Aunque saltara, yo no creía que lograría llegar al otro lado”.
Y como lo pensaba, el caballo y su jinete no pudieron librar el obstáculo y cayeron en medio del hoyo, hecho que sacudió profundamente a Pacquiao, quien todavía al momento de arribar a la sede del encuentro pensaba el porqué de su sueño.
“No me lo pude quitar de la mente. Le llamé a alguien en Filipinas, y le conté el sueño a mi pastor. Me dijo que rezáramos por ese sueño”.
Yo era el jinete
El encuentro ante Dinamita Márquez se definió con un potente derechazo que llevó a la lona a Pacquiao en el sexto asalto, un precioso nocaut que hizo soñar nuevamente al asiático.
“Si ves la pelea, puedes ver que cuando desperté, estaba sonriendo. Estaba sonriendo cuando me captan las cámaras de televisión. Sonreía porque recordaba mi sueño. Porque entendí que yo era el jinete del caballo rojo que cayó en el hoyo. No estaba enojado o triste. Estaba agradecido con Dios, porque me mostró antes lo que realmente iba a ocurrir. Una premonición”.
