Editorial Mediotiempo
Ciudad de México
Al momento de su rescate Lucía Zamora sonreía como si no hubiera estado 36 horas bajo los escombros del edificio de Álvaro Obregón 286, en la colonia Roma.
El momento quedó congelado en la foto que tomó uno de sus rescatistas. Se le ve llena de polvo, con el cabello alborotado, pero esbozando una inaudita sonrisa para lo que acababa de vivir.
"Me jalaron por un par de boquetes que habían cavado, me decían: estás afuera, estás afuera. Voltea. Fue la primera vez que vi la luz natural y creo que esa es la razón de mi sonrisa".
Lucía no tiene un solo raspón. Las toneladas de cemento que cayeron del edificio de seis pisos, de manera increíble, no la tocaron.
"A veces no lo puedo creer. Me cayó un edificio encima y no me pasó nada. Hasta mis lentes salieron intactos. Al momento del impacto se me cayeron pero mira, están como nuevos", comenta.
A Lucía el sismo de magnitud 7.1 la sorprendió en el tercer piso del inmueble donde trabajaba. Apenas tuvo tiempo de correr hacia las escaleras de emergencia.
"Ya íbamos encaminándonos a la salida de emergencia cuando veo cómo se desploma el techo. Me llevo las manos a la cabeza y fue cuestión de segundos cuando me vi ya ahí enterrada".
En total oscuridad, la joven mercadóloga de 36 años intentaba respirar, pero sus pulmones solo se llenaban de polvo. Sus manos solo tocaban escombros y vidrios. Dice que sentía la losa a unos centímetros de su cara.
"La oscuridad era aterradora, no sé cómo describirla, no se veía absolutamente nada. Lo que creo profundamente es que si hubiera dado medio paso adelante o hacia atrás, me hubiera muerto", relató Lucía llena de optimismo.
Para sacarla de lo que quedó del tercer piso del edificio, tuvieron que cavar un hoyo de más de cinco metros de profundidad. Lucía cuenta que sus constantes gritos y la luz de su celular fueron fundamentales para que pudieran encontrarla. En 36 horas no durmió nada. Sabía que tenía que estar alerta. Cualquier ruido que escuchaba le daba esperanza
Si quieres leer más sobre esta historia visita Milenio.com
El momento quedó congelado en la foto que tomó uno de sus rescatistas. Se le ve llena de polvo, con el cabello alborotado, pero esbozando una inaudita sonrisa para lo que acababa de vivir.
"Me jalaron por un par de boquetes que habían cavado, me decían: estás afuera, estás afuera. Voltea. Fue la primera vez que vi la luz natural y creo que esa es la razón de mi sonrisa".
Lucía no tiene un solo raspón. Las toneladas de cemento que cayeron del edificio de seis pisos, de manera increíble, no la tocaron.
"A veces no lo puedo creer. Me cayó un edificio encima y no me pasó nada. Hasta mis lentes salieron intactos. Al momento del impacto se me cayeron pero mira, están como nuevos", comenta.
A Lucía el sismo de magnitud 7.1 la sorprendió en el tercer piso del inmueble donde trabajaba. Apenas tuvo tiempo de correr hacia las escaleras de emergencia.
"Ya íbamos encaminándonos a la salida de emergencia cuando veo cómo se desploma el techo. Me llevo las manos a la cabeza y fue cuestión de segundos cuando me vi ya ahí enterrada".
En total oscuridad, la joven mercadóloga de 36 años intentaba respirar, pero sus pulmones solo se llenaban de polvo. Sus manos solo tocaban escombros y vidrios. Dice que sentía la losa a unos centímetros de su cara.
"La oscuridad era aterradora, no sé cómo describirla, no se veía absolutamente nada. Lo que creo profundamente es que si hubiera dado medio paso adelante o hacia atrás, me hubiera muerto", relató Lucía llena de optimismo.
Para sacarla de lo que quedó del tercer piso del edificio, tuvieron que cavar un hoyo de más de cinco metros de profundidad. Lucía cuenta que sus constantes gritos y la luz de su celular fueron fundamentales para que pudieran encontrarla. En 36 horas no durmió nada. Sabía que tenía que estar alerta. Cualquier ruido que escuchaba le daba esperanza
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