
Detrás de cada volante hay un conductor que se ha preparado para llevar su cuerpo y mente a 350 kilómetros por hora; desde entrenar físicamente para sostener la insoportable fuerza G hasta prepararse mentalmente, estudiando cada comando y momento de la pista para llevarse la gloria.
Se dice que el auto no hace al conductor, pero el conductor de Fórmula 1 no sería nadie sin su equipo, pues lejos de la creencia popular, la máxima categoría del automovilismo es un deporte en conjunto, donde mecánicos, ingenieros y estrategas se unen para llevar las leyes de la física al límite.
El caos detrás de la Fórmula 1
Lo que ocurre detrás de boxes es, en sí mismo, una coreografía de alto riesgo. Cada parada en pits es el resultado de ensayos casi teatrales donde la sincronía, la velocidad y la precisión definen no solo segundos, sino el destino de una carrera.
Pero antes de eso, existe un trabajo meticuloso en el diseño y desarrollo del auto, en la estrategia que evalúa condiciones climáticas, desgaste de neumáticos y comportamiento de los rivales. Sin todo ese engranaje, ningún piloto podría siquiera competir, mucho menos ganar.

Desde 1950 que se corrió la primera carrera de Fórmula 1, los ingenieros de cada equipo han buscado desarrollar el bólido perfecto. Aquella máquina capaz de alcanzar velocidades impensables en cuestión de segundos, sin embargo, el motor no es el único factor.
Desde el control de la aerodinámica con el uso de alerones, el uso de diferentes neumáticos para circunstancias específicas hasta el material con el que se construye el monoplaza, lo suficientemente resistente para salvarle la vida al piloto como lo suficientemente ligero para no perder segundos de oro.

Todo esto es supervisado por un equipo especializado de ingenieros y mecánicos que hacen miles de pruebas milimétricas antes de cada gran premio, donde se aseguran que el automóvil sea la máquina perfecta para recorrer 7 kilómetros -o más- de pista en un minuto o menos.
Kosinski y el reto de mostrar la cara oculta de la Fórmula 1
‘F1: la película’, dirigida por Joseph Kosinski, ofrece una mirada honesta a esa estructura invisible. En la cinta, Brad Pitt interpreta a Sonny Hayes, un veterano piloto que vuelve al ruedo para salvar a un equipo al borde del colapso, pero lejos de ser una historia de ego al volante, la película celebra al equipo: a la ingeniera que ajusta el coche a la medida del piloto, al técnico que diseña la estrategia de carrera, al dueño que cree en una última oportunidad.
#F1TheMovie is EXILERATING, PULSE-POUNDING, and is the PERFECT BLOCKBUSTER to kick off your SUMMER!
— Evan | PME ???? ➃ (@0fficialPME) June 25, 2025
Brad Pitt & co. are all fantastic! The camera work is TOP-NOTCH! And Zimmer's score will lift you out of your seat!
Be sure to see this film on the BIGGEST SCREEN possible! pic.twitter.com/YTFfcd9qVC
Lo que ‘F1: la película’ logra es ponerle rostro y alma a esas figuras normalmente relegadas al fondo del paddock. La película, rodada en plena acción durante fines de semana de carreras reales, logra una autenticidad pocas veces vista en el cine deportivo.
Desde mostrar las simulaciones de pista, cómo los ingenieros dedican su vida a crear la máquina perfecta, hasta el equipo de pits que, milimétricamente, optimizan el monoplaza para seguir compitiendo.
No es solo una historia de redención personal, sino un homenaje cinematográfico a todos aquellos que jamás suben al podio, pero sin los cuales la Fórmula 1 sería solo una colección de autos sin alma.