Editorial Mediotiempo
Moscú, Rusia
Luego de la eliminación de la Selección Mexicana de la Copa del Mundo Rusia 2018, comenzó el regreso a casa para muchos aficionados mexicanos que se dieron cita al partido en Samara frente a Brasil, de donde una de las formas para volver a Moscú -y de ahí tomar un vuelo con rumbo a México- más utilizada fue en los trenes que la FIFA puso totalmente gratis a disposición de los fanáticos.
Desde las primeras horas de la madrugada del día siguiente al encuentro se podían ver a mexicanos en la estación de Samara, listos para tomar el tren de cerca de 19 horas de trayecto con destino a la capital rusa. A muchos se les podía ver con cara larga por la eliminación, pero igual seguían bebiendo para mantener viva la fiesta por las calles.
En orden y siguiendo las instrucciones, los mexicanos abordaban, junto a uno que otro brasileño, el tren para tomar su lugar en los camarotes diseñados para cuatro personas, que sin ser de primera clase, asombraban a los pasajeros por las comodidades como camas, conectores eléctricos, mesa, gavetas para cosas pequeñas, luz de lectura y hasta televisión.
Durante las primeras horas del viaje la mayor parte de los pasajeros durmió, pero para la tarde; después de pasar a refrescarse a los baños en los que se entregaba una toalla para que los viajantes pudieran asearse mejor; el vagón de la cafetería, donde se ofrecían desde papas, chocolates y refrescos hasta platos elaborados como espaguetis o ensaladas, se llenó y con gran ambiente, pues las peleas de porras entre la afición mexicana y brasileña no podían faltar.
Leyendo, escuchando música, usando redes sociales o platicando con gente de otros camarotes, los pasajeros tuvieron que ideárselas para pasar el tiempo durante el viaje que después de casi 19 horas tuvo su fin en la estación de trenes de Moscú, donde la marea verde volvió a aparecer, pero esta vez sin gritos ni porras de por medio.
La llegada a la capital rusa es solo una escala en la travesía de vuelta a casa para muchos mexicanos, pues la mayoría dijo que al día siguiente comenzaba su vuelo de vuelta a casa, todos con alguna escala antes de llegar a México.
Desde las primeras horas de la madrugada del día siguiente al encuentro se podían ver a mexicanos en la estación de Samara, listos para tomar el tren de cerca de 19 horas de trayecto con destino a la capital rusa. A muchos se les podía ver con cara larga por la eliminación, pero igual seguían bebiendo para mantener viva la fiesta por las calles.
En orden y siguiendo las instrucciones, los mexicanos abordaban, junto a uno que otro brasileño, el tren para tomar su lugar en los camarotes diseñados para cuatro personas, que sin ser de primera clase, asombraban a los pasajeros por las comodidades como camas, conectores eléctricos, mesa, gavetas para cosas pequeñas, luz de lectura y hasta televisión.
Durante las primeras horas del viaje la mayor parte de los pasajeros durmió, pero para la tarde; después de pasar a refrescarse a los baños en los que se entregaba una toalla para que los viajantes pudieran asearse mejor; el vagón de la cafetería, donde se ofrecían desde papas, chocolates y refrescos hasta platos elaborados como espaguetis o ensaladas, se llenó y con gran ambiente, pues las peleas de porras entre la afición mexicana y brasileña no podían faltar.
Leyendo, escuchando música, usando redes sociales o platicando con gente de otros camarotes, los pasajeros tuvieron que ideárselas para pasar el tiempo durante el viaje que después de casi 19 horas tuvo su fin en la estación de trenes de Moscú, donde la marea verde volvió a aparecer, pero esta vez sin gritos ni porras de por medio.
La llegada a la capital rusa es solo una escala en la travesía de vuelta a casa para muchos mexicanos, pues la mayoría dijo que al día siguiente comenzaba su vuelo de vuelta a casa, todos con alguna escala antes de llegar a México.