Pumas vive esa eterna resaca emocional que deja una eliminación: silencios incómodos, preguntas que huelen a verdad y la sensación de que el club se acostumbró a caminar con los zapatos mojados. Y en medio de ese eco aparece la comparación inevitable: Efraín Juárez frente a Gustavo Lema. Dos técnicos distintos, dos discursos opuestos… y un equipo que sigue atrapado en la misma jaula.
Si uno revisa los números —los fríos, esos que no admiten cariños ni lealtades— la película es bastante clara.
¿Cómo le va a Efraín Juárez en Pumas?
Juárez, con poco más de 20 partidos como técnico universitario, apenas rasca una efectividad cercana al 40%. Su registro de 6 victorias, 6 empates y 8 derrotas lo ubica en una zona gris donde ni convence ni termina de desmoronarse, pero sí obliga a preguntarse cuánto tiempo puede sostener un “proceso” que todavía no encuentra peso propio. Esa apuesta juvenil suena bonita en conferencia, pero en la cancha las facturas se cobran con puntos… y no han sido muchos.
¿Cómo le fue a Gustavo Lema en Pumas?
Lema, por su parte, salió con mucha más dignidad estadística que emocional. Antes de que el club le cerrara la puerta, presumía entre 49% y 51% de efectividad, según las distintas fuentes. También firmó torneos donde su Pumas fue una muralla: llegó a tener la segunda mejor defensa del campeonato. Y aun así, no le alcanzó. La historia juzga sin piedad: números buenos, resultados decisivos ausentes. Esa es la Liga MX: puedes ser pintor fino en temporada regular, pero si tu cuadro se deslava en Liguilla, te declaran artista menor.
La comparación, entonces, no va solo por la suma de puntos. Va por la energía que cada uno proyectaba.
Lema parecía el profesor metódico que te arregla la defensa pero no te cambia la vida. Juárez se vende como el revolucionario joven que va a sacudir estructuras, pero a veces se le ve peleando contra sus propias sombras. Y Pumas, que lleva 15 años sin título, no está para inspiraciones efímeras.
Aquí lo incómodo —y lo más honesto— es reconocer que ninguno ha logrado darle al equipo esa identidad que tanto romantizan los universitarios. Ni la “garra”, ni la contundencia, ni ese golpe en la mesa que haga temblar al resto. Lema tenía solidez, sí, pero no trascendencia. Juárez tiene discurso, sí, pero no resultados.
Dos técnicos, dos formas de entender el futbol… y un club que sigue buscando a alguien que le recuerde quién se supone que debe ser.
La comparación no es un juicio. Es un diagnóstico.
Y Pumas, hoy, sigue en terapia.
