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Caleb Ordoñez Talavera
Columna de Caleb Ordoñez Caleb Ordoñez Talavera

La medicina contra la violencia

CDMX

“¿¡Dónde está tu papá!?” gritaba el estadio completo. Los rostros de los aficionados eran comparables solamente con personajes de terror. El abucheo y los sonidos que creaban con los pies, hacían que el lugar pareciera un verdadero infierno.

La hostilidad estaba dirigida a un menudo joven que portaba el número 25 en su espalda, jugando como visitante para la Universidad de Arizona. Su nombre: Steve Kerr.

Caucásico, de ojos verdes y cabellera rubia. El basquetbolista de estatura pequeña –al promedio de los demás jugadores- a sus cortos 18 años, guardaba una historia llena de duelo y dolor. Pero volvamos a ese 20 de enero de 1984.

Kerr parecía estar en otra atmósfera, tomaba el balón y encestaba prácticamente de cualquier zona ofensiva. Los 20 puntos que acumulaba en el primer tiempo y las siete asistencias, provocaban que la afición contraria arremetiera con insultos todavía mayores: “¡Vivan los musulmanes!”, “¡Viva el islam!”, “¡Vamos OLP (Organización para la liberación de Palestina)!”. ¿Qué tenía que ver todos estos alaridos contra el jugador?

Dos días antes de ese partido, el padre de Steve, Malcom Kerr, había sido asesinado con dos disparos en la nuca. Él se desempeñaba como presidente de la Universidad Americana de Beirut, en Líbano. El asesinato se lo acreditó la Yihad Islámica y exigían la retirada de las tropas estadounidenses desplegadas en la zona.

Steve Kerr nunca sería el mismo, muy joven aprendió a sufrir la violencia provocada por el odio. ¿Su medicina? La cancha de basquetbol.

Kerr actualmente es un exitoso entrenador en la NBA. Su equipo está a punto de enfrentar una nueva Final y ya podríamos considerar a Steve, uno de los mejores entrenadores de la era moderna del basquetbol.

Sangre inocente

El pasado 24 de mayo, la pequeña ciudad de Uvalde en Texas, se haría conocida en el mundo entero. La masacre que perpetró un joven de 18 años llamado Salvador Ramos, terminó en un río de sangre en la escuela primaria Robb, donde 21 personas (19 niños y dos maestras) fueron asesinadas.

Fue el tiroteo más mortífero ocurrido en una escuela de Texas. El segundo más terrible en la historia de Estados Unidos.

Ese mismo día, Steve Kerr y todo su equipo (Los Golden State Warriors) estaban de visita en Dallas, Texas para enfrentar a los Mavericks.

"En los últimos 10 días han asesinado a personas mayores de raza negra en un supermercado en Búfalo; a cristianos que iban a su congregación en el sur de California; y ahora a niños en un colegio. ¿¡Cuándo vamos a hacer algo!?", gritó Kerr. "Estoy cansado de subirme aquí y dar el pésame a familias devastadas. Estoy cansado de excusas. Estoy cansado de los minutos de silencio. ¡Basta ya!"

El rostro del entrenador estaba completamente desencajado; sus labios temblaban. No eran palabras de cualquier famoso, sino de un resiliente; un hombre que ha tenido que desafiar la violencia y el duelo, en todos los aspectos. Por eso ha hablado abiertamente sobre el racismo, la brutalidad policial, las protestas durante el himno nacional, la falta de igualdad social, entre otros temas políticos y sociales.

Siempre ha existido una línea muy, pero muy delgada entre el deporte profesional y la sociedad. Porque solemos ver a los atletas como líderes más allá de las canchas. Y en cierta manera, muchos han tomado ese rol, entendiendo que no todo se trata de fama y fortuna. Que el deporte va más allá del espectáculo y la distracción.


Nosotros

La realidad es que casi todos hemos caído en errores que provocan violencia. El enojo es parte significativa de nuestra realidad humana. También, hemos sido víctimas de ella.

El encierro que duró casi dos años a causa del COVID-19 nos demostró que no estamos lejanos a sufrir daños mentales, que pueden provocarnos, incluso, replantear nuestras vidas; la forma de pensar en nosotros y en los demás. Ha sido un tiempo –muy- complicado; casi nadie la está pasando bien.

Los estallidos de violencia social tienen causas justas muy profundas. Una de ellas es la salud mental. Un tema espinoso, costoso e incomprendido por muchos. Pero que debe ser atendido tanto por los gobiernos, como por la sociedad civil.

Lo ocurrido en el estadio de Querétaro, hace algunos meses, pudo haber sido una mega-tragedia histórica. Afortunadamente no hubo muertos, sin embargo, nos dimos cuenta que estamos a un segundo; a una simple chispa, para crear un infierno.

El deporte es medicina al cuerpo, pero también lo es al cerebro. Los minutos de silencio antes de un partido nunca serán suficientes, pero tienen el poder de acallar el ruido y hacernos reflexionar por 60 segundos sobre un sinfín de flagelos.

Son un pequeño llamado interno, para preguntarnos, ¿Qué podemos hacer en lo individual para cambiar las cosas?

He aprendido en una -bastante- complicada etapa de mi vida, que si yo cambio para bien, el mundo a mi alrededor también sufrirá positivamente. ¡Cuánto más la gente de influencia; como directivos, entrenadores y atletas!

La situación actual, nos llama a todos, a buscar sanar a través de la paz. En palabras de Steve Kerr: “A hacer algo”¿De qué equipo somos? Elijamos ser el de la solución. Uno a uno somos mortales; unidos somos eternos.


Mediotiempo

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