Futbol
Caleb Ordoñez Talavera
Columna de Caleb Ordoñez Caleb Ordoñez Talavera

Vuelve a creer

Ciudad de México

Era una llegada tras otra. ¡Qué peligroso es Holanda! Esos niños menores de 17 años se crecían frente al equipo mexicano. De pronto, una descolgada mortal que llegaba desde la banda, un trazo largo que se encontraba a los pies de Youri Pieter Regeer, quien ponía el marcador uno por cero a favor de la "Naranja Mecánica”. Era el minuto 74 y de pronto ese balde de agua fría nos recordaba a muchos esa tarde de agonía y frustración en Fortaleza, Brasil, cuando luego de la actuación de Arjen Robben nos arrancaba la ilusión de ver a México en un quinto partido en un Mundial –no era penal-. Todos lo recordamos con tristeza.

Pero todavía quedaban 23 minutos de respiro en este Mundial Sub-17. Sinceramente, el equipo mexicano no podía descifrar por donde lograría hacer daño a los europeos. Pasaban apenas unos minutos y parecía que una vez más los fantasmas de la derrota nos alcanzarían a todos.

De pronto el silbato sonaba para marcar una falta afuera del área holandesa. El pequeño gran jugador Efraín Álvarez hacía un majestuoso cobro y ponía el balón adentro de las redes, imposible para el arquero contrario. El empate se daba al minuto 79 y otra vez la esperanza renacía.

Así terminaba el tiempo complementario y los malditos penaltis se presentaban a continuación. Malditos, porque como en otras generaciones, el mexicano es conocido por no saber cobrarlos, por perder los encuentros más importantes por esa vía. El primero en cobrar por los aztecas era justamente Álvarez quien lamentablemente lo fallaría y entonces otra vez a preocuparse. Luego, un tal Eduardo García se levantó como héroe para la causa mexicana, detuvo tres penales y la gloria acariciaba a nuestro país, llevando a su equipo de infantes aguerridos a una final del mundo más.

Esos pequeños combatientes celebraban, veían a sus rivales tendidos por la cancha mientras ellos se abrazaban en celebración de una victoria inolvidable.

Ahora tendrán que enfrentarse a Brasil en su propio terreno. Deberán de vencer al favorito si es que quieren levantar la anhelada Copa del Mundo de su categoría.

En otro tiempo sonaría imposible, sin embargo, hay algo distinto en estos chavos: ellos verdaderamente creen que pueden lograrlo.

Una pesada loza del pasado

Es triste aceptarlo, muchos de los jóvenes que han participado con México en otras Copas del Mundo no han logrado ser las figuras que nos hubiera gustado ver. Incluso luego de haber ganado la Copa Mundial, la mayoría no ha logrado consolidarse. Quizá a esa edad tan prematura no es exactamente el futbol su verdadero sueño. Tal vez sea tan distinta la vida profesional y sus sombras en ese deporte, que los aleja de los ideales con los que han crecido y deciden no ser parte más de ello. Quizá también pudiera ser que algo en el camino los orilló a dejar atrás sus sueños deportivos y los enfocó en otra situación; pudo ser la falta de apoyo económico o mental.

Existen cientos de interrogantes del porqué los éxitos del ayer no se pudieron cristalizar para algunos. En ocasiones esperamos tanto de la gente que sentimos que nos han decepcionado. Lo que sucede es que cuando ponemos nuestro aprecio en la esperanza de un futuro glorioso de otros estamos reflejando que nosotros mismos creemos que tenemos la posibilidad de lograr algo mejor.

No es extraño escuchar a alguien decir: “¿De qué sirve que ganen una Copa del Mundo a los 17 años si no lograrán llegar más lejos?”. Se acerca mucho a la pregunta interior “¿Para qué me esfuerzo más si de todas formas sé que voy a fracasar pronto?”.

Recuerda

Me encanta ver la energía y la fuerza de estos muchachos, una y otra vez que juegan los Mundiales de su categoría. Verlos jugar con ese aplomo y aunque su inmadurez los haga en ocasiones equivocarse tienen el talante suficiente para levantarse del panorama más oscuro. A eso se le llama actitud.

Recuerda cuando tenías 16 o 17 años, ¿cómo veías el mundo que te esperaba? La ilusión por vivir es extrema, los sueños se van forjando cada día más. Los retos inmediatos se convierten en alimento para el alma y supimos ir venciendo obstáculos para encaminarnos a la vida adulta.

¿Cuándo perdimos tal confianza? ¿En qué momento la frase “pero me chingué la rodilla” llegó a ser parte de nuestra mentalidad? ¿Cuándo decidimos que la crítica sería nuestro sostén para sobrevivir?

¿Qué nos hizo tanto daño como para creer que somos los suficientemente viejos para lograr la madurez?

Vi ese partido de los Sub-17 contra Holanda y yo quiero eso. Quiero aferrarme a mis sueños de victoria, deseo tener el coraje suficiente para salir adelante cuando nadie más cree que lo lograré. Quiero fallar un penal "a lo Panenka” por atreverme, aunque se que haya sido una estupidez fallarlo. Quiero saber que tengo un equipo a mi lado que respaldará mis equivocaciones.

Como ellos, que tuvieron que sufrir esos penales que los orillaban al fracaso eterno, quiero tener la fría mentalidad de enfrentar nuevos retos para acercarme a una gloria más grande.

Ya no importa si dicen que los vencerá un equipo mejor, que está con su afición. No importa tampoco que algunos digan que no podrán porque ya otros fracasaron.

Porque, como ellos, yo quiero volver a creer que triunfaré, más allá de lo que tenga enfrente de mi y me grite mil veces a la cara: ¡Tú no puedes!

Es que todavía no juego mi final.

Mediotiempo

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