Editorial Mediotiempo
Sochi, Rusia
Excepción siempre hay a la regla y el ejemplo de ello es Braulio, quizá el único mexicano del contingente que sigue a la Selección Mexicana en Copa Confederaciones y no tiene problemas con el idioma.
Casado con una rusa que conoció en París y vive en México, este originario de la CDMX es el afortunado que logra entablar diálogos con los locales.
“Es bastante complicado, logro entender y hablar me cuesta mucho trabajo pero un tip que les puedo dar para el próximo año que vengan los mexicanos es: aprendan aunque sean las letras porque aquí los rusos difícilmente hablan inglés”, explicó.
En el malecón de Sochi, justo en la acera entre el estadio Fisht y la playa, este mexicano no tenía problema en platicar con rusos que se le acercaban atraídos por el colorido de la camiseta y la bandera mexicanas.
“A mi esposa la conocí en París, empezamos a salir y luego me vine nueve meses para acá a Rusia, conocí a su familia, que no habla inglés, entonces yo tenía que aprender ruso a la fuerza”, explicó.
“Vivimos en México, yo ahorita nada más vine por la Copa, ella es maestra de inglés y hasta que salgan los niños de la escuela ella viene, me alcanza y nos quedamos un par de meses”.
Braulio fue uno de los escasos que llegaron a Sochi para este partido, pues en general acudieron mucho menos en comparación con los cerca de 4 mil del México vs. Portugal el domingo pasado en Kazán.
Casado con una rusa que conoció en París y vive en México, este originario de la CDMX es el afortunado que logra entablar diálogos con los locales.
“Es bastante complicado, logro entender y hablar me cuesta mucho trabajo pero un tip que les puedo dar para el próximo año que vengan los mexicanos es: aprendan aunque sean las letras porque aquí los rusos difícilmente hablan inglés”, explicó.
En el malecón de Sochi, justo en la acera entre el estadio Fisht y la playa, este mexicano no tenía problema en platicar con rusos que se le acercaban atraídos por el colorido de la camiseta y la bandera mexicanas.
“A mi esposa la conocí en París, empezamos a salir y luego me vine nueve meses para acá a Rusia, conocí a su familia, que no habla inglés, entonces yo tenía que aprender ruso a la fuerza”, explicó.
“Vivimos en México, yo ahorita nada más vine por la Copa, ella es maestra de inglés y hasta que salgan los niños de la escuela ella viene, me alcanza y nos quedamos un par de meses”.
Braulio fue uno de los escasos que llegaron a Sochi para este partido, pues en general acudieron mucho menos en comparación con los cerca de 4 mil del México vs. Portugal el domingo pasado en Kazán.