Ver el triunfo de un hijo es una de la experiencias más gratas que cualquier padre puede tener en la vida. Es una satisfacción que no se puede describir solamente con palabras, pero que agradezco por tener la dicha de experimentarla.
El momento previo al dulce sabor de la victoria es precedido por una tormenta de recuerdos que llega a la mente a más 300 kilómetros por hora. Y viene a mi memoria tanto, como aquella su primera sonrisa, hasta las lágrimas, por cada momento difícil que le han acompañado como experiencia de vida y aprendizaje. Ha sido toda esa descarga de adrenalina que pasa en un instante y se termina cuando cae la bandera a cuadros y sabes que tu hijo empezará a festejar lo que bien ganado tiene, un logro más en su exitosa trayectoria. Un logro que buscó incansablemente, a base de tenacidad y esfuerzo.
La constancia y la dedicación se ven esta vez coronados en el podio; es un tercer lugar que cierra la diferencia entre las escuderías Red Bull Racing y Marcedes a un solo punto del campeonato de constructores del Fórmula Uno. Y él, mi hijo, es parte de esta historia.
Pero como Checo lo ha dicho, esta victoria -porque lo es- no es solo de él, de su gran talento, es por encima de todo un triunfo de todos los mexicanos, que después de estar casi dos años aislados por la terrible pandemia de covid-19 que ha azotado al mundo, por fin pudieron reencontrarse en el Autódromo Hermanos Rodriguez, en un evento que además de disfrutarlo desde el punto de vista deportivo, también es fuente generadora de empleos y permite la reactivación económica.
Este tercer lugar representa para Sergio convertirse en el primer mexicano en subir a lo más alto de un podio dentro de un Gran Premio en México y también se convierte en el primer mexicano en liderar algunas vueltas en un Gran Premio dentro de nuestro país. ¡Gracias, hijo!
