Tenemos memoria selectiva. Los inicios de cada proceso al frente de la Selección Nacional siempre son iguales: de ilusión y buenos resultados, mismos que con el paso del tiempo son golpeados por la realidad, convirtiendo el cuento de hadas en una pesadilla llena de presión y criticas.
Este caso no es la excepción. Gerardo “Tata” Martino vive una luna de miel después de sus dos primeros partidos. Los resultados lo acompañan y el ambiente parece el ideal, pero hay que valorar muchas cosas.
El entrenador que llegó después de Juan Carlos Osorio iba a tener el respaldo de la gente. Por el simple hecho de que la gestión del colombiano terminó sumamente golpeada y se pedía un cambio de manera urgente. Se entregó una cabeza y con la nueva hay que tener ilusión y paciencia. A eso le sumamos que el Tata es un fantástico entrenador y con muchos argumentos para creer en un buen proceso.
Lo que se necesita es el equilibrio y la calma suficiente para entender que el camino es muy largo y que no siempre estará pavimentado. Muchas veces tocará terracería y es cuando hay que saber distinguir que nunca hemos sido tan buenos, pero tampoco tan malos.
De Gerardo Martino y de está Selección tengo ilusión. Ni mucha ni poca sino la justa. Quiero conocerlo en los malos momentos, que seguro los tendrá, porque nadie gana siempre. Ahí es cuando un técnico demuestra de qué está hecho, sobre todo entendiendo que el Tri es un bicho raro, un equipo que nunca ha ganado nada y que se le exige como si saliera campeón del mundo cada 4 años.
Ojalá que termine diferente, lejos de los Octavos de Final en donde siempre hemos acabado cada uno de los procesos. Que se logre hacer lo que nunca se haya hecho. Con eso me conformo, lo demás ya lo hemos vivido. Vámonos, que la pasen bien.