Cual político en campaña, desde que llegó al América el uruguayo Gustavo Matosas prometió un fútbol espectacular, y salvo algunos pasajes aislados, su equipo ha estado muy lejos de ello.
El estratega charrúa vive días clave al frente de las Águilas, pues sus muchachos no pudieron sacar ventaja como locales en la Ida de la Final de la Concachampions ante el poderoso (léase el sarcasmo) Impact de Montreal. Y este miércoles se jugarán el título como visitantes, con toda la presión que implica ser favoritos y lidiar con el ridículo en caso de no ganarlo.
Luego, entre los partidos de dicha Final, se le atravesó el Clásico Nacional frente a las Chivas, y ahí Matosas se traicionó a sí mismo. Se olvidó del discurso de juego ofensivo, agresivo y espectacular, para simplemente plantear el partido para no perderlo, y así no correr riesgos de hacer más profunda la crisis por la que atraviesa el americanismo. Esa estrategia le salió, pero a costa de ir en contra de sus principios futbolísticos.
Hace algunas semanas preguntaba en este mismo espacio qué esperaba Ricardo Peláez para despedir a Matosas, tras las goleadas y humillaciones que había recibido el América con el Herediano costarricense (perdió 3-0) y con el Veracruz (perdió 4-0), en un lapso de cuatro días.
Vino entonces la remontada ante el Herediano con un 6-0 en el Azteca, donde Matosas dijo que el equipo se había acercado a lo que busca como técnico. Lo malo para él es que ya no hay más Heredianos en el trayecto, y entonces no hay goleadas a favor (sí en contra como la que sufrió 4-0 en casa contra Querétaro) ni buen fútbol ni nada que haga pensar que este América va por buen camino.
El América, con todas sus millonarias contrataciones y un técnico de perfil ofensivo, vive entre las promesas del propio Matosas y la posibilidad del ridículo en caso de que no gane la Concachampions y quede fuera de la Liguilla, pues a dos Fechas de que termine la campaña está en el séptimo lugar.