
El penal del Topo Chico, prisión en la que fue recluido Jesús “Cabrito” Arellano, exjugador de Monterrey, tiene una negra historia teñida de sangre en los últimos años, en donde grupos rivales del crimen organizado luchan por el control interno.
Inaugurado en el año de 1943 por el General Bonifacio Salinas Leal, el Centro Preventivo y de Reinserción Social Topo Chico, tiene una capacidad para 3 mil 685 internos y ubicado en la zona norte de Monterrey, es considerada uno de los centros penitenciarios más peligrosos de México.
Las riñas entre reclusos, los motines, extorsiones a familiares y cobro de piso entre internos es el pan de cada día, situación que se recrudeció en los últimos diez años, al surgir una lucha distintas facciones de los cárteles por controlar el sitio.
Fue el escenario de la peor matanza de la que se tenga registro hasta ahora en el país, luego de que en los primeros minutos del 11 de febrero del 2016, decenas de reos de un grupo de la delincuencia organizada, sacaron a sus rivales de sus celdas y los llevaron a una de las canchas en el exterior, donde con garrotes, bates de beisbol, puntillas y pedazos de metal, los golpearon brutalmente para asesinar a otros 49 reos y dejaron heridos de gravedad a 12 más.
Una muestra del autogobierno que impera en el Topo Chico y que a pesar de los constantes esfuerzos de las autoridades penitenciarias por terminar con ese mal, hasta el momento no han logrado tener el éxito deseado.
De manera constante se busca trasladar a presos peligrosos, principalmente los que tienen delitos del fuero federal, a prisiones de máxima seguridad, siendo la última vez el pasado 27 de marzo, cuando 500 internos fueron llevados a otros penales de Morelos y Coahuila, para tratar de disminuir los incidentes.