Futbol
Editorial Mediotiempo
Columna de Mauricio Cabrera Editorial Mediotiempo

Gran espectáculo o concierto de errores

En el futbol actual, el mecanicismo y la táctica se han impuesto a la inspiración y a la técnica. Por ello, no podemos dejar de sorprendernos con el hecho de que se hayan marcado cincuenta goles en la jornada trece del Torneo de Clausura 2004 de nuestro balompié, registrando un promedio de cinco anotaciones por encuentro. Con este suceso, la controversia entre quienes defienden el juego ofensivo y aquellos que piensan que el buen funcionamiento de un equipo está basado en el equilibrio aumentará y servirá para generar todo tipo de discusiones en los próximos días, polémicas en las que el apasionamiento saldrá a flote y las conclusiones escasearán, pues cada individuo se encarga, ya sea por necedad o por convicción, de casarse con su ideología y de descalificar conceptos que no comulguen con la misma. 

Llegar a una verdad absoluta en torno al complicado concepto de “jugar bien al futbol” es una tarea casi imposible; razón no les falta a quienes fincan los principios fundamentales del juego en la estructuración y cohesión adecuada entre el aparato defensivo y el ofensivo. Sin embargo, tampoco  se puede descalificar a los amantes de la portería contraria, a los que conciben el balompié como una oportunidad para ser agresivos y amenazantes, para ahogar al rival y demostrarle, en su propio terreno, quien es el que manda sobre el rectángulo verde. Ambas filosofías son igualmente válidas, aunque existe una ligera, pero significativa diferencia: la primera satisface los requerimientos de los “científicos” del balón, mientras que la segunda es subjetiva, romántica y logra atrapar el corazón de millones de aficionados, quienes, por lo general, no pagan un boleto con la intención de realizar trazos sobre la cancha, sino de divertirse y olvidarse, al menos por unos instantes, de las problemáticas en las que se ven inmiscuidos dentro de la vida cotidiana; suficiente tienen con eso como para ponerse a meditar sobre la viabilidad de jugar con dos o tres defensas centrales.

Fueron cincuenta motivos para festejar, medio centenar de ocasiones en las que los asistentes a los distintos escenarios pudieron ponerse de pié y dejarse llevar por la magia que entraña la consecución de un gol. Se trata, sin duda, de cinco decenas de pretextos para inclinarse a favor de la conquista, para agradecer que la rutina haya sido alterada por dos días de pasión y entrega, por cuarenta y ocho horas del deporte más hermoso del mundo.

“La tecnocracia del deporte profesional ha ido imponiendo un fútbol de pura velocidad y mucha fuerza, que renuncia a la alegría, atrofia la fantasía y prohíbe la osadía.”(Eduardo Galeano, en su libro Futbol a Sol y Sombra)

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