La lujosa camioneta Cadillac Scalade se estrellaba en un árbol de la mansión. Conducía Tiger Woods, intoxicado por drogas y alcohol, las bolsas de aire contuvieron el golpe que pudo haber sido mortal, sin embargo tenían prisionero al campeón mundial de golf. Al escuchar el impacto, su esposa, Elin Nordegren, utilizó un palo de golf para romper la ventana trasera y encontrar a un Tiger ahogándose, intentando abrir la puerta que estaba completamente bloqueada.
Nordegren logró sacar al golfista por la puerta del copiloto y llamó a la ambulancia, donde los paramédicos lo encontraron débil y en completo estado de intoxicación. Lo peor estaba por venir.
La caja de pandora se abriría ese 2009, en contra del multimillonario deportista, no solo tenía una seria adicción al alcohol y las drogas, el sexo se había convertido en una obsesión, una fijación mental con la que batallaba duramente, luego de la noticia del choque, aparecieron diez mujeres, entre recamareras, actrices pornográficas, modelos y prostitutas. De pronto los noticieros deportivos y de revista, se convertían en un desfile de mujeres quienes hablaban de los momentos de intimidad que tuvieron con Woods. "No era un buen amante, Woods simplemente era un cerdo" decía una de ellas.
A TOCAR FONDO
En 2010 Tiger Woods enfrentaba en los tribunales una demanda de divorcio, donde su ex mujer terminó quedándose con 750 millones de dólares, convirtiéndose en la separación más costosa en la historia del deporte. Al mismo tiempo, se fueron Gatorade, Nike, Gillete entre otros patrocinadores. Tiger estaba en la ruina, moral y económica.
Woods quizá lo había perdido todo, contando que ya no le permitían ver a sus dos pequeños hijos. Pero aún tenía el don de jugar golf, así que a pesar del momento que vivía decidía volver a los entrenamientos. En 2011, mientras practicaba una salida, los signos de tragedia aparecían de nuevo, Tiger sufría un esguince en ligamento de la rodilla izquierda, no era cualquier preocupación, en 1994 se le había extraído de la misma rodilla un tumor. Luego de tres meses de recuperación, las lesiones continuaron, ese mismo año registró una lesión el talón de Aquiles.
En 2012 a pesar de los dolores continuos Woods parecía regresar y se colocaba una vez más en el primer lugar mundial, pero en 2013 sufría una lesión en el codo izquierdo; en 2014 los espasmos en la espalda le eran insoportables, eso haría que se retirara una y otra vez de los torneos hasta 2017 cuando tuvieron que extraerle un disco que le causaba ciática. Ahí estaba el “Rey del golf” a sus 41 años, con 328 torneos disputados, 79 campeonatos de PGA y 14 masters, sin poder caminar, estudiando seriamente su retiro.
Sumido en una dura depresión Tiger Woods volvía a ser noticia, el 30 de mayo del 2017, la policía de Palm Beach en Florida encontró al californiano en su automóvil, con signos de intoxicación, dormido sobre el volante, con el habla totalmente lenta y torpe, Woods lucía confundido, señalaba el informe médico. Eran tantas las medicinas que tomaba el golfista para la depresión y los dolores físicos que el resultado fue un efecto inesperado de su medicación. Salió libre.
RENACER O DESAPARECER
Era momento de decir “¡Basta!”. Luego de años de constantes fracasos Tiger Woods reconocía que necesitaba ayuda de manera desesperada. Poco se sabe del centro de rehabilitación y las terapias que recibió, pero un 23 de septiembre del 2018 el campo de East Lake Golf Club era testigo del “nuevo” Woods; los brazos aferrados al palo de golf, mano derecha encima de la izquierda, un respiro y la torsión del cuerpo para hacer un swing perfecto. El Tigre estaba de vuelta, mientras los cientos de aficionados portaban playeras rojas con la frase “Make Tiger great again” (Hacer grande a Tiger de nuevo) en alusión a la frase de la campaña del presidente Trump.
Un Tigre relajado, sonriendo entre hoyo y hoyo; estaba en forma, como queriendo recuperarse de su pasado, tiro con tiro. Woods regresaba a la televisión de la mejor forma, a través de un “pay-per-view” de $9,000,000 de dólares en premios del torneo Shadow Creek en Las Vegas, donde resultaría perdedor contra Phil Mickelson después de 20 hoyos jugados.
El mundo del deporte volvió a poner sus ojos en Tiger Woods el pasado 14 de abril, el ahora golfista de 43 años apenas había logrado su calificación a la final del torneo Masters de Augusta, sin embargo, con la concentración que le caracterizaba en sus mejores años, logró ganar y coronarse por quinta ocasión en el más prestigiado premio anual del golf mundial, además de cosechar su “major” número 15. Once infernales años tenían que pasar; oscuros escenarios, llanto y depresión, pero hoy Tiger Woods está de regreso y a tan solo un “major” de empatar el récord de Jack Nicklaus. La persecución comienza de nuevo, pero con un tigre domando sus pensamientos, arrepentido de su pasado, con humildad hacia la cima más grande de la historia.
VOLVER A RUGIR
La historia de Tiger Woods es el ejemplo más adecuado de lo que el deporte puede hacer en la mente y el alma de un ser humano. Cuando todo ha desaparecido: La fama, el dinero e incluso la familia, todavía hay un momento para decir ¡Basta! Para
recapacitar en medio del lodo. Sin duda el rugido de Tiger ha logrado hacer reflexionar a millones de personas alrededor del mundo, nunca sabremos si recaerá o no, pero ya ha dejado una huella y un ejemplo de vida. Se trata de retomar el espíritu.
Cuando lo perdemos todo, aún tenemos esa partícula de ensueño, esa pequeña chispa, que por más cansados o desilusionados que nos encontremos, cuando volvemos a creer en nosotros mismos, cuando con humildad aceptamos que no podemos solos, esa pequeña llama puede crear un incendio interno, capaz de levantar nuestra mirada y regresarnos al camino que nunca debimos haber abandonado. Se trata del espíritu, de la fuerza del que vuelve a soñar para conquistar sus sueños, aunque todo y todos alrededor griten en su cara lo contrario.
Tiger nos enseña: Vuelve a rugir.