Futbol
Editorial Mediotiempo
Columna de Mauricio Cabrera Editorial Mediotiempo

El valor de los mexicanos

Nuestro futbol siempre ha estado cubierto por el deseo de convertirse en una potencia mundial. Desde 1993, año en que para un servidor inició una nueva era para el balompié nacional tras aquella épica participación en la Copa América de Ecuador, una de las apuestas máximas de aficionados, directivos y medios de comunicación consistió en lograr que jugadores de nuestro país emigraran al Viejo Continente. Es una ilusión que muchas veces se ha transformado en obsesión y terquedad.

Los beneficios de que nuestros futbolistas tengan roce internacional son de sobra conocidos. Se pierde el temor ante compromisos de relevancia; se gana en niveles de autoestima; se demuestra al mundo que en México se juega un futbol capaz de competir contra cualquiera.

Pero hemos descuidado un punto al que también le tendríamos que dar relevancia y que tiene que ver directamente con la forma en que nos valoramos a nosotros mismos: seguimos pensando que debe aceptarse cualquier ofrecimiento, por mínimo que éste sea, con tal de que nuestros jugadores vayan al extranjero.

Ayer, al escuchar unas declaraciones de Andrés Guardado en torno a que el Atlas "sabe que nadie va a pagar esa cifra" (ocho millones de dólares) por hacerse de sus servicios, me quedó muy claro que todavía nos falta mucho para alcanzar el punto de equilibro entre lo que soñamos y la capacidad para respetar la calidad de los futbolistas que marcan la pauta en el torneo local y en la Selección Mexicana.  Empezando por el propio jugador, que se achica y llega a menospreciarse a él mismo.

Entiendo las ambiciones de una de las máximas realidades de nuestro balompié. Deseo, como la gran mayoría, que vaya y triunfe en Europa, pero siempre y cuando exija y le otorguen su verdadero valor como un futbolista que ha demostrado su valía en competencias de alto nivel internacional y que lleva el tiempo suficiente como para saber que no se trata de una estrella que puede apagarse en el momento menos esperado.

Los medios hemos contribuido a que se genere una ola de cuestionamientos en torno a las directivas que deciden no aceptar las ofertas de los clubes europeos. Sin embargo, en el caso específico de Guardado, considero que Atlas tiene todo el derecho de proteger a su máxima joya.

Al hacer un análisis minucioso del perfil de Andrés encontramos que su principal defecto para no cotizar alto es ser mexicano, por injusto que parezca, pues tiene la edad perfecta para comenzar a ganar experiencia más allá de nuestras fronteras, capacidad de sobra para sortear los obstáculos que pudieran presentársele y una mentalidad triunfadora atípica en el balompié azteca.

El futbol mexicano, con todos sus elementos incluidos, tiene que aprender a respetarse a sí mismo. Mucho criticamos la actitud de los argentinos, por citar un ejemplo, que inflan a sus jugadores a grados insospechados, pero deberíamos tener un poco de esa mentalidad para evitar que el jugador nacido en México sea valuado en desventaja con respecto a representantes de otras naciones. No hay que ir tan lejos, encontramos un buen ejemplo en un jugador de la Selección Mexicana. Nery Castillo, imbuido por la mentalidad de su padre, nunca haría declaraciones en las que demerita su valor como futbolista profesional.

Eso sí, tampoco hay que caer en los excesos. Irse al otro lado de la línea, al que exige millones sin dar nada a cambio,  sería un error. De corazón, deseo que Andrés logre concretar su aventura europea; al mismo tiempo, espero que lo haga bajo las condiciones que merece un futbolista como él y un club que, para bien o para mal, ha contribuido en su formación.

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