En Iztapalapa, específicamente en el barrio de Culhuacán, Marquitos era reconocido por tener un don impresionante, los vecinos estaban convencidos que llegaría a ser muy grande. “Me gusta que me digan Nacho” decía el pequeño líder nato que cada vez brillaba más por su excelente juego de futbol. El sueño de Ignacio Ambriz se cumpliría a los 23 años; llegaba a la Primera División con un modesto equipo, los Rayos del Necaxa.
19 partidos en tres años y las cosas no sucedían como esperaba, luego de lesiones y malos resultados, era transferido al desaparecido Salamanca y luego al León, sin participar en ningún partido. Las cosas no andaban bien, el ánimo del joven mediocampista decaía hasta que recibía la noticia que cambiaría su vida profesional, regresaría al Necaxa en 1989 y lo demás es una historia impresionante.
Nacho fue pieza fundamental en ese equipo, que aunque humilde, se convertiría en el equipo de la década de los noventas. En 192 partidos, Ambriz levantó dos copas de Liga, una Copa México y dos de CONCACAF. Era el capitán ordenado, serio, siempre disciplinado que tomaba las órdenes del entrenador como soldado razo. Un peligro inminente al tomar el balón, al dirigir la media cancha, un corazón que no dejaba de palpitar a tope los 90 minutos, que sabía sudar la camiseta hasta el pitazo final.
El Atlante, Puebla y Celaya lo disfrutaron, pero como los grandes y nobles elefantes, Ambriz regresaba al Necaxa de sus amores para retirarse ¡y de qué forma! Haciendo historia, como siempre, venciendo en el Mundial de Clubes del año 2000 al mismísimo Real Madrid con figuras como Fernando Hierro, Raúl, Fernando Morientes, Iván Helguera, Michel Salgado, Iker Carillas, Samuel Eto'o, entre otros.
Y por supuesto, nadie puede dudar que Nacho será enmarcado por siempre como un hombre entregado a su pasión a la selección mexicana ¡Qué gran jugador fue Nacho Ambriz!
Las otras copas
Mientras era admirado y aplaudido, Nacho Ambriz vivía internamente un infierno. El dinero, la fama, las mujeres, los amigos de ocasión no faltaban y por supuesto las drogas y el alcohol que había conocido desde su juventud en Iztapalapa. Los excesos y la violencia lo llevarían al peor estado, al fracaso de su vida personal y a la depresión. Su familia había decidido abandonarlo, situación por la que el reconocido futbolista ya no encontraba escapatoria.
Su entrenador en aquel entonces era Manuel Lapuente quien decidió sentarlo y enfrentarlo a la realidad. “Tocaste fondo Nacho, tienes un problema. Si quieres te llevo a una granja” le dijo, refiriéndose a un centro de rehabilitación. Era hora de volver a despertar y reconstruir su vida. El férreo mediocampista decidió jugar el mejor partido de su vida y como buen campeón, venció su adicción a las drogas y el alcohol, se convertía en un hombre renovado con ganas de vivir y triunfar, “Me acerqué a Dios, esa fue la clave” dice hoy un hombre que ha reconstruido su vida familiar y que estaba preparado para enfrentar su destino.
Cabeza en alto.
Una nueva faceta, ahora como entrenador, había sido pupilo de Javier Aguirre en el Atlético de Madrid, en la Selección Mexicana, pasaría como entrenador del ascenso, hasta que llegó a Primera División. A Puebla lo salvó del descenso, con Querétaro conoció los problemas de dueños, el América no lo respaldó, ni su directiva ni la afición, llegó a su venerado Necaxa armando un gran equipo, de grandes jugadores, pero no lograba la Liguilla en un año y era despedido de la peor manera. Crítica tras crítica, hasta que Nacho fue presentado un 20 de Septiembre del 2018 en León y su revancha personal comenzaría.
Hoy, el León de Ambriz está sacudiendo al futbol nacional, son un torbellino temido, vistoso y colectivo. Hasta el momento, han roto el récord histórico de triunfos en un torneo con 12 consecutivos, tienen al mejor goleador de la liga, la mejor defensa y ofensiva y aún tienen a la vista poder hacer más records como el mayor número de victorias y puntos en un torneo.
Ese Marquitos de Iztapalapa, que se autonombró “Nacho” hoy se presenta como el mejor entrenador del torneo, pero con la misma esencia que tenía de jugador: Sereno, respetuoso, humilde, ordenado y con los pies en la tierra. No importa si será campeón este torneo o no, vendrán muchos años de sombras y de luz en su carrera como director técnico, sin duda. Lo importante es que en León Guanajuato, allá donde 'la vida no vale nada', según José Alfredo, el trabajo silencioso pero arduo, hace que los ojos de todo México estén pendientes de un hombre que fuera de la cancha ya ha logrado ser el campeón de su propia vida y eso hace de Marcos Ignacio Ambriz Espinoza un hombre imposible de vencer.