Ya de por sí se advertía que la crítica al funcionamiento de la Selección de Diego Cocca sería tan fuerte, como lo ha sido; lo incuestionable es que el equipo no jugó bien ante Surinam (0-2), aunque ganó, y jugó peor ante Jamaica, aunque empató (2-2). Lo demás, como estas líneas, es solo opinión, con una o varias posibles argumentaciones.
Hechos. Cocca no interpretó (y lo del domingo 26 de marzo queda para el registro) los sentimientos de una afición que no acudiría mansamente al Estadio Azteca para aplaudir y apapachar a un equipo que le falló en Qatar 2022. Y para quienes en la FMF lo omitieron en el análisis, es confirmaron de que no bastaba con cambiarle la cara al técnico.
El mismo Tuca Ferretti lo ha sabido interpretar mejor, cuando afirmó desde su trinchera en La Noria que “ahora todo está destrozado”, al comparar a la Selección con un cohete en tiempos del Tata Martino; “están queriendo enderezar el rumbo de una cosa que terminó mal y esto va a tardar”.
Un movimiento importante que tampoco valoro Cocca en su primera lista fue enviar desde el armado de la misma un mensaje de renovación; al contrario, lo que leyó el gran aficionado fue que iniciaba un proceso con las mismas formas, los mismos accidentes y los mismos responsables. Y eso que solo se empató.
Eso, mientras que para algunos lo del domingo fue una saña contra Guillermo Ochoa, Héctor Moreno, Raúl Jiménez y Diego Cocca (que hacía su presentación oficial) y para otros no fue más que la manifestación de una legítima molestia contra una Selección que hace menos de 4 meses hizo un papelón histórico en Qatar.
Quizá estamos en presencia de un cambio significativo en el comportamiento del gran aficionado mexicano, a partir de un hecho que frustró profundamente sus deseos de gloria en una Copa del Mundo, y que a partir de ahora aguardará cada juego para hacerle ver a la Selección, como el 26 de marzo, que ya no le pasará ninguna afrenta.