El regreso a Chiclayo fue agotador. Los representantes de los distintos medios de comunicación tuvimos que perdernos el cotejo entre Uruguay y Argentina para alcanzar a subir las notas antes de volver a la “Capital de la Amistad”. El reducido centro de prensa del estadio Miguel Grau significó un auténtico problema para los reporteros. Un servidor prefirió salir a buscar un café internet y seguir los últimos minutos del partido de México a través de la radio. Por cierto, el narrador parecía estar relatando un duelo completamente distinto; emoción, llegadas al marco, grandes jugadas y un público desbordado cabían en la elocuencia de sus palabras.
Culminé los reportes del día cuando estaban jugándose los minutos finales de la contienda entre charrúas y pamperos. Regresé al Miguel Grau y dialogué breves instantes con un compañero del Diario La Opinión. Ambos coincidimos en que el traslado de Chiclayo a Piura y viceversa es un poco engorroso y desgastante, pero nada imposible de soportar. Él se dirigió a finalizar sus labores, mientras que yo fui a recoger mis cosas al stand de Telefónica, donde había dejado encargada mi cámara de video y unos cuantos libros de futbol que compré en un quiosco cercano.
Llegué al Hotel Costa del Sol a las diez treinta de la noche. El autobús que nos transportaría aún no arribaba y el número de colegas esperando ya era considerable. Busqué algún establecimiento cercano para comer. No obtuve resultados satisfactorios y me resigné a ingerir alimentos hasta el día siguiente. Cinco minutos más tarde, se inició el retorno a la capital del Departamento de Lambayeque. Del recorrido no me pregunten mucho, porque lo único que hice fue entregarme a los placeres de Morfeo. Y no me arrepiento.
Tras haber descansado unas cuantas horas, me puse de pié y me dirigí a tomar un baño que me supo a gloria. El agua caliente volvió y me sentí afortunado. No cabe duda, el hombre se va adaptando a las circunstancias, y cuando la comodidad escasea se valoran las ventajas de la vida cotidiana. Quince minutos más tarde, salí rumbo al centro de prensa ubicado en el Elías Aguirre; revisé unos cuantos datos y me dirigí al Colegio de Santo Toribio.
Buen ambiente se respira en el campamento mexicano. Actividades recreativas y trabajo dosificado integraron el entrenamiento azteca. Los jugadores lucen satisfechos con su actuación y deseosos de tener una participación histórica en esta Copa América 2004. Se aguarda con paciencia al posible rival y se trabaja teniendo en la mente un objetivo claro: llegar a la final y ganarla.