¿Que viene de una cuna de oro? ¡Seguro que sí! ¿Que no tiene una historia de infancia desde la miseria o los barrios bajos? ¡Por supuesto que no!
Javier Hernández lo ha tenido siempre todo, incluyendo con una familia de grandes figuras del futbol. Su abuelo, Tomás Balcázar, y su padre, Javier “Chícharo” Hernández, fueron mundialistas representando a México (el primero en 1954 y el segundo en 1986).
El sabor del fiasco
Pero también los ricos lloran y Javier tuvo en su espalda la gran carga de sus apellidos y de sus ancestros, un peso que parecía no poder sobrellevar mientras arrancó su carrera. ¡Era un niño! Tenía apenas nueve años y ya representaba al Chivas en las categorías menores de Chivas, sin éxito alguno, sin goles y sin lucirse. En 2005 ya jugaba con Coras de Nayarit, pero de nuevo la sequía de goles. Una oportunidad más en el cuadro de Chivas y muy pocas buenas participaciones, escasos goles y una vez más los altibajos emocionales. Regresar a la banca.
En el 2008 Chivas le da otra oportunidad, pero los dioses del gol le negaron triunfar. Ese Chicharito era diminuto frente a las historias llenas de éxitos y hazañas de su padre y abuelo.
Quizá era el momento de decir adiós a ese sueño, pues cada era más evidente tenía como puerto final la frustración y el fracaso rotundo. Finalmente Hernández ya tenía 20 años y muchos de sus compañeros de las fuerzas básicas estaban brillando, y hasta titulares eran en sus respectivos equipos.
Era sencillo decir “hasta aquí”, colgar los tacos. Tener que afrontar una realidad nada agradable, enfrentarse a su padre, decirle que no podía más, que no era suficiente... ese joven no había dado el ancho y no quería ser un trapeador del apellido Hernández y Balcázar.
Verlo lleno de lágrimas hizo que Javier Hernández, su esposa y hermana lo desafiaran en lugar de consolarlo, lo levantaran y no lo dejaron sumirse en su propio fango. Así, como hacen las familias cuando están en una crisis; así como retumban las palabras de quienes nos aman más allá de nuestras fallas y nuestros errores. Esas bombas de motivación e inspiración hicieron que el menudo joven malogrado volviera a darse una nueva oportunidad, que reanimara su esperanza y sus sueños por la gloria de nuevo. Que fuera más allá de su apellido y lo hiciera por su propio nombre.
Una nueva oportunidad
En 2009 comienza la historia que todos conocemos, las celebraciones, la sonrisa contagiosa de aquel goleador que nunca olvidará el futbol mundial. Ese bendito año para Javier lo convirtió en el Chicharito y las miradas de miles estaban sobre él.
Entonces los equipos europeos Valencia, el neerlandés PSV Eindhoven y el alemán VfL Wolfsburgo insistían en comprarlo y llevarlo a sus clubes; sin embargo Hernández no solo había cambiado su actitud hacia el triunfo, sino también hacia la madurez. Al reencontrarse con quien era, decidió rechazar las propuestas y enfocarse a hacer un nuevo gran torneo, y esa decisión rindió frutos cuando los mexicanos tuvimos que ponernos de pie al ver al sonriente jalisciense firmar un contrato con uno de los equipos más grandes de la historia: Manchester United.
Lo demás es historia: vendrían Real Madrid, Bayer 04 Leverkusen, WestHam y por último Sevilla.
El fracaso no existe
Javier Hernández ha vivido, en carne propia, las constantes críticas y ofensas a su persona. Desde muy pequeño aprendió a salir adelante de los peores fracasos, como cuando no lo llevaron al Mundial de Perú Sub 17, en el que México se coronó... y eso no lo detuvo. No fue bien visto en la Sub 20… y eso no lo paralizó.
La actitud de Hernández es un ejemplo para cualquier mexicano. ¡Como olvidar ese gol contra Francia en el Mundial de Sudáfrica 2010! ¿Qué habrá sentido al dedicarlo a su abuelo que alguna vez también había anotado contra el equipo galo?
En el 2011 fue el goleador de la Copa Oro de CONCACAF
En el Mundial de Brasil 2014 fue pieza clave para que México tuviera un buen torneo y anotó contra Croacia.
En el Mundial de Rusia 2018 participó con una asistencia perfecta para que México venciera a Alemania.
Hoy, Javier Hernández es el futbolista mexicano más mediático, tiene una carrera inolvidable en Europa que puso muy en alto el nombre de nuestro país y es el máximo goleador con la Selección Mexicana.
Hernández va a la MLS con Los Angeles Galaxy y acaba de firmar un contrato multimillonario, el más alto de la liga norteamericana; sin duda, incluso esto será criticado por sus detractores que ven el inicio del fin en su carrera, que ven un retroceso, un fracaso más, una decisión equivocada y mercenaria.
Podrán decir lo que quieran del Chicharito, porque finalmente es una figura pública, sin embargo, el recibimiento que le hicieron en el aeropuerto de Los Ángeles cientos de aficionados que se desbordaron por ver a su ídolo es el mejor trofeo que puede recibir la figura de un hombre que ha caído durante incontables veces, pero que ha demostrado que sabe como enfrentar su propia limitación humana para convertirla en una hazaña. Esa gente siempre brilla.
¿El ocaso de Javier Hernández? No lo creo. Hay mucho Chicharito que México necesita conocer.