No cabe duda que la noticia del prematuro retiro de Andrew Luck de la NFL nos tomó a todos por sorpresa. De inmediato se generó una avalancha de opiniones que conllevaban un amplio margen de mensajes que iban desde la empatía hasta la burla y el disgusto.
Decir adiós luego de la mejor temporada en tu carrera, debe ser una de las cosas más duras y complicadas en esta tierra. Tomar una decisión así debe llevar un cúmulo de sentimientos y emociones que no podemos siquiera dimensionar.
El rostro y tono de voz de Luck durante la conferencia de prensa donde anuncia oficialmente la decisión de retirarse tras solo 6 años de carrera, lo dice todo. Rostro al borde de las lágrimas, voz cortada, dificultad para expresar las palabras, pero sobretodo, el tener que decir adiós a algo que amas y que te hace tan feliz, debe ser lo más duro que hay para un ser humano.
Andrew Luck nació, creció y vivió rodeado de futbol americano. Su padre, Oliver, fue quarterback para los Oilers en la NFL. Si hay algo que Andrew siempre quiso, fue dedicarse a ser el mejor. Un jugador estudioso, preparado y con un talento innegable. Sin embargo, y como es costumbre, siempre hay un malo en todas las películas; en esta ocasión, fueron las lesiones.
Sus primeros tres años como profesional fueron mágicos, ganando 33 partidos y mostrando que la salida de Peyton Manning no sería tan devastadora en Indianápolis. Llevó al equipo tres veces consecutivas a la postemporada, lanzando 86 pases de touchdown en la temporada regular.
2015 fue el año donde todo se vino abajo. Una lesión en el hombro le permitió participar en tan solo 7 partidos. En 2016, con un equipo bastante mermado, logró tan solo jugar 15 partidos -de los cuales solo ganó 8- tras una porosa línea ofensiva que lo llevó a ser capturado 41 veces. Acto seguido, esa lesión previa en el hombro, lo lleva a perderse toda la temporada 2017, con el riesgo implicado, que no volvería a jugar futbol americano en su vida. Tras un inicio lento a la temporada 2018, Luck firma su mejor temporada estadística, siendo candidato al jugador más valioso.
Todo parecía indicar que los Colts estaban listos para ser contendientes en 2019, tras esa gran temporada 2018. Con lo que nadie contaba, era que una lesión en la pantorrilla volvería a iniciar el eterno ciclo de rehabilitación y pruebas que, a la postre, llevaría a Andrew Luck a tomar la decisión más difícil de su vida.
Con la felicidad no se negocia. Podemos criticar o ser empáticos con Luck, incluso, como sucedió con algunos aficionados, molestarnos. Decir adiós a lo que te hace feliz, a lo que tu elegiste como modo de vida, por una situación externa o por una lesión, no debe recriminársele a nadie.
Andrew Luck tuvo que decirle adiós de forma forzada a hacer lo que le brindaba felicidad. Quedémonos con el recuerdo del gran jugador que era y entendamos que la vida está llena de caminos distintos, pero que a veces, esos caminos nos encausan a tomar el más sinuoso y complicado, aunque no queramos.