La alegría del histórico título obtenido por la Selección Mexicana Sub-17 en Perú 2005 poco a poco va llegando al grado de serenidad necesario para analizar el presente e intentar predecir el futuro. En el optimismo desmedido que propició la épica consecución del Campeonato Mundial se aseguró que el éxito de los jóvenes dirigidos por Jesús Ramírez garantiza la transformación definitiva de nuestro futbol. No necesariamente es así. Resulta innegable que haber alcanzado el escalón más alto del podio modifica viejos temores, ayuda a fortalecer la convicción; sin embargo, existen padecimientos que se mantienen, jugadores que se acostumbraron a quedarse en la orilla, a sucumbir cuando se trata de dar el paso definitivo. Que unos adolescentes hayan superado la mentalidad derrotista que suele presentarse en el balompié azteca no tendrá efectos mágicos para que se modifique la actitud en representaciones de mayor edad. Cada generación escribe sus propias páginas. La infantil es una realidad que promete y mira hacia adelante; la mayor tendrá que mantenerse en la búsqueda de la consolidación.
Ricardo La Volpe y sus dirigidos entienden que las comparaciones rápidamente pueden tornarse odiosas. Visto desde una perspectiva favorable, el baño de gloria tricolor que se vivió en suelo peruano contribuye a generar un ambiente de unión en torno a todo lo que tenga un valor nacionalista; se vive una catártica explosión de patriotismo. Apreciado bajo una óptica más fría, calculadora y hasta egoísta, la victoria de los ilustres cadetes ocasionará que los aficionados exijan lo máximo, que se muestren inconformes ante el mínimo descalabro. Fundamental será mantener la cordura. Cada conjunto debe ser juzgado a su medida, sin que esto derive en un apapacho absoluto hacia la Selección que participará en Alemania 2006.
Carlos Vela, Giovani Dos Santos y demás integrantes del equipo “Campeón del Mundo” tienen frente a sí un largo camino que recorrer. Mientras tanto, la mayor de nuestras selecciones vive la recta final de un proceso que fija la mirada en territorio teutón. De muy poco servirá entrar en disputas innecesarias. A los primeros hay que dejarlos respirar después de la proeza alcanzada; a los segundos, hay que darles el beneficio de la duda. Ya después, a mediados del 2006, se podrá emitir un veredicto.