Soñar no cuesta nada, mucho menos cuando las imágenes que recreamos son producto de nuestras propias utopías o de aquello a lo que aspiramos. Soñamos lo deseable, eso que en la realidad enfrentamos como circunstancias difíciles de resolver, cuando no imposibles de conseguir.
Sí, sabemos que soñar no cuesta nada, lo duro es despertar y tener que vivir una realidad que no es coherente con eso que imaginamos o con aquello que nos ilusionó.
Soñar no cuesta nada, sobre todo cuando la expectación previa es alentada con una publicidad que, estamos viéndolo ahora, finalmente resultará engañosa y habrá de terminar revertiéndoseles a sus creadores.
Efectivamente, soñar no cuesta nada y de sueños está repleto nuestro futbol mexicano. Esto lo pueden corroborar, de manera muy particular, los americanistas, pues a inicios de temporada, éstos vivieron su propio sueño en un mundo donde la magia y la fantasía eran posibles y desterrando de él cualquier indicio de fracaso.
El sueño inició cuando regresa al nido aquel holandés de gratos recuerdos para los americanistas y no pocos aficionados al futbol mexicano. Ese técnico europeo que antes ya había mostrado su solvencia para cristalizar una realidad futbolística espectacular y emotiva, que pocas veces había sido vista en nuestro futbol. Si antes fue así, porqué no habría de ser igual hoy, podría haberse planteado la comunidad azulcrema. No obstante, a tan sólo unos meses de distancia, el precio que han tenido que pagar los americanistas por enfrentar la realidad con base en un estado perpetuo de ensoñación lo están pagando con creces, con el dolor de saber que el futbol mismo se ha encargado de tirar por la borda sus esperanzas y expectativas.
En el cine se dice que las segundas partes nunca fueron buenas, en especial cuando los protagonistas del presente no superan ni igualan el nivel de sus antecesores. Cuando se presenta está situación, resulta sumamente difícil que quien dirige la obra logre repetir con éxito la trama, el ritmo y el interés provocado por la primera versión. Encontrar actores de primera línea, que cuenten con habilidades tanto físicas como emocionales no es cualquier cosa, requiere de una planeación adecuada, de fijar el papel que tendrán que desempeñar y el rol que están abocados a cumplir dentro del filme. Estas mismas circunstancias pueden ser aplicadas, en el ámbito futbolístico, al actual plantel de las águilas, pues pese a la capacidad de algunos de sus integrantes, el equipo como tal no logra compararse con aquel que se formó en la primera etapa bajo el mando del técnico holandés. Hay director en la banca, pero se carece de verdaderos protagonistas en la cancha.
Hoy, el tiempo transcurre incesantemente, los momentos culminantes del torneo están por jugarse y, mientras tanto, las águilas aletean intranquilamente provocando que su vuelo se complique. Con desesperación andan tras la búsqueda de un horizonte que les permita llegar al destino planteado: la fiesta grande del balompié azteca. No obstante, y a decir verdad, aun cuando consiguieran su objetivo de llegar a la liguilla, nada podrá justificar la mediocridad mostrada por este equipo a lo largo del campeonato. Una vez más, el sistema de competencia se significa como la única vía de salvación para equipos que han carecido de regularidad y que merecerían irse de vacaciones de manera anticipada.
Soñar no cuesta nada, es cierto. El problema es que la línea que separa a los sueños apacibles con las pesadillas es muy tenue y en muchas ocasiones imperceptible. En los propios americanistas está el enfrentar su propia realidad para modificarla, sin fantasías ni sueños irrealizables, es decir, con los pies bien puestos en la tierra.