Para jugadores como Patrick Mahomes, Julio Jones o Ezekiel Elliott, esta semana es una nueva oportunidad para cimentar su lugar en la NFL como súperestrellas. Para otros como Tom Brady, Philip Rivers o Drew Brees, da para pensar si este es su último rodeo. Para algunos más como Baker Mayfield o Lamar Jackson será tiempo de mostrar que lo conseguido la temporada anterior no fue obra de la casualidad.
Para decenas de jugadores, el campamento de entrenamiento es la posibilidad de cimentarse como parte del equipo, pero las verdaderas historias de éxito se escriben en los cientos de jugadores que se reportan al campamento con la esperanza de ser ese jugador encargado de que el entrenador ponga pausa al video durante la sesión y lo señale como el ejemplo a seguir.

Parece broma, sin embargo, la competencia es tal y la calidad tan alta, que es muy difícil conseguir ese tan ansiado lugar en el roster de 53 jugadores en tan solo 6 semanas, pues todos los que reportan al campamento de entrenamiento llegan con la misma idea y la misma hambre.
Es solo un momento que estos cientos de jugadores tienen para hacer que su entrenador tome el control remoto, ponga pausa y diga ¡WOW! Ejemplos, por supuesto que los hay, uno de mis favoritos es el de Terrell Davis, jugador reclutado por los Broncos en la sexta ronda de 1995, designado por su entrenador para ser parte de los equipos especiales en su temporada de novato, tuvo la oportunidad de mostrarse en el último juego de esa pretemporada, en Japón, ante los 49ers.
TD sabía que era el momento para mostrarse, así que con la determinación y el hambre de ser parte de un roster de la NFL, durante una patada de salida persiguió el balón con un objetivo en mente: hacer que su entrenador lo notara. La víctima del incidente fue el regresador de patada de San Francisco, Tyronne Drakeford, que, sin saberlo, fue arrollado por un tren anaranjado que usaba el número 30.

Tras el golpe -cuentan los compañeros de Davis- todos comenzaron a pedirle al entrenador, Mike Shanahan, que le diera “una oportunidad al novato”, a lo que el entrenador accedió, una decisión que sería más que acertada.
En su año de novato, Davis corrió para 1,117 yardas y anotó 7 touchdowns. Tres años después se uniría al muy exclusivo club de las 2,000 yardas por carrera en una misma temporada, además de ser parte fundamental del equipo encargado de darle a la ciudad de Denver el privilegio de levantar, en ocasiones consecutivas, el trofeo Vince Lombardi.
Hoy miembro del Salón de la Fama, Terrell Davis es un ejemplo para los cientos de jugadores que llegan con la ilusión intacta al campamento de entrenamiento, un ejemplo que demuestra que las oportunidades llegan una vez en la vida, por lo que debemos aprovecharlas.